Los productos que consumimos vienen de lejos. Las personas con las que nos comunicamos más, no son nuestros vecinos. Ahora incluso, nos movemos más por entornos lejanos y menos para entornos cercanos.
Resumiendo ha disminuido el consumo de proximidad. Incluso, ha disminuido la introspección. Casi no nos auto examinamos. (...).
La disminución del consumo de proximidad tiene consecuencias. Seguro!. Nuestra personalidad cambia. Casi seguro!. Expongo tres consideraciones: 1. Si por estar siempre conectados, no reflexionamos sobre nosotros mismos, difícilmente nos conoceremos. Y si no nos conocemos bien, no interaccionamos bien. 2. Si en lugar de conversar cara a cara, enviamos whatsapp, no aprenderemos a intuir las emociones de nuestro interlocutor, y disminuirá nuestra capacidad expresiva y nuestra empatía. 3. Si en lugar de comprar en las tiendas del barrio, hacemos pedidos electrónicos, y si para comprar o con otros objetivos, nos movemos preferentemente por lugares alejados de nuestro domicilio, nuestra vinculación a nuestro entorno disminuirá. Esto puede disminuir nuestra sensibilidad!.
Dicho esto, menciono un libro, «En Defensa de la Conversación». De Sherry Turkle. Este libro defiende la conversación. Defiende el consumo de proximidad.
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